La Alegría y la Luz llegan al Hogar

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Hemos escuchado la expresión de que cuando una madre tiene a su hijo, se dice que ella “dio a luz”. Esta frase no solo es una descripción del proceso físico del nacimiento, sino también una poderosa metáfora que encapsula la llegada de una nueva vida, luz y alegría al mundo. El nacimiento de un niño llena de luz y alegría a quienes le rodean, comenzando con sus padres y extendiéndose a la sociedad.

En las familias, acostumbramos a festejar la noticia de la llegada de un nuevo miembro con felicitaciones por doquier. Las celebraciones, los regalos y las palabras de ánimo son una manera de compartir la inmensa alegría que trae un bebé.

En una rápida visita al altiplano de Guatemala, conocimos una aldea donde se acostumbra, como parte de la idiosincrasia del lugar, que cuando se espera otro miembro en la familia, luego del nacimiento del bebé, toda la familia sale al bosque a sembrar un árbol en agradecimiento a Dios Creador y a la naturaleza. Me llamó la atención que caminaron hacia el bosque unos 15 minutos y tardaron 30 en ponerse de acuerdo sobre el lugar exacto donde sembrar el arbolito. ¿Motivos? Buscaban un lugar con condiciones óptimas para el arbolito: suelo fértil, donde la luz del sol pudiera proveer lo necesario para su crecimiento. La idea es que, con el paso de los años, una persona pueda visitar el árbol sembrado con la edad en que nació.

Esta hermosa tradición no solo celebra la vida del recién nacido, sino que también fortalece los lazos familiares y comunitarios, creando un vínculo simbólico entre la nueva vida y la naturaleza. Es un recordatorio constante del ciclo de la vida y la importancia de cuidar y respetar nuestro entorno.

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Esta anécdota me llevó a reflexionar que cuando nos enteramos de la llegada de un nuevo miembro de la familia, es, en primer lugar, una muestra de que Dios aún cree en nosotros, ya que Él ha preparado el terreno fértil y con las condiciones necesarias para el bebé. Este acto de fe y esperanza subraya la importancia de prepararnos para recibir a un nuevo ser con amor y responsabilidad.

Un niño, desde el momento de su concepción, es luz. Luz que transmite el milagro de la vida, y es por ello que desde su concepción adquiere todos los derechos indelebles que, por ser una persona única e irrepetible, trae consigo. Cada niño tiene el potencial de iluminar nuestras vidas de maneras inimaginables, recordándonos lo precioso y frágil que es cada momento.

Por ello, debemos crear un ambiente óptimo para la llegada de ese nuevo ser que traerá, sin duda alguna, luz y alegría a todo el hogar. Esto incluye no solo preparar el entorno físico, sino también asegurarnos de que estamos emocional y mentalmente preparados para brindar el amor y el cuidado que el niño necesita. Debemos pensar en un buen proyecto de vida para nuestros hijos para que alcancen un futuro exitoso. Involucrar a toda la familia en este proceso puede fortalecer los vínculos y asegurar que todos compartan la alegría y la responsabilidad de criar a un niño.

Estamos en una cultura en la que se atenta contra la vida de las personas desde su concepción. Por ello, incluir en nuestro lenguaje y en nuestra cultura el hecho de que un niño es luz y alegría es un buen inicio para armonizar una sociedad que necesita paz. Necesitamos cambiar nuestra perspectiva y valorar cada vida como un regalo precioso que merece ser protegido y amado desde el primer momento.

“Un niño es un regalo de Dios”

Oscar Pineda |Coordinador de Formación |Colegios APDE