¿Desde qué edad debería ser mi hijo independiente?

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En la labor educativa de las Pre Primarias de Colegios APDE, la asesora educativa de cada estudiante colabora con los padres de familia para que en cada etapa de sus hijos puedan aprovecharse al máximo los períodos sensitivos que son fundamentales en el desarrollo de habilidades y destrezas.

Los niños están en la búsqueda de su independencia desde el momento en el que comienzan a tener conciencia de su cuerpo y los movimientos que son capaces de realizar, por lo que se recomienda identificar las oportunidades para desarrollar la independencia a través de actividades sencillas de acuerdo con la edad y a las habilidades individuales, esto les favorecerá en el desarrollo de su sentido de identidad, autoestima y perseverancia.

El éxito de alcanzar la independencia en los niños es la confianza que los padres depositan en ellos, al hacerlos sentir capaces de alcanzar las tareas que se les proponen, en donde no solo se busca una independencia sino se aprovecha para desarrollar habilidades de coordinación y motricidad que serán de mucha utilidad para su aprendizaje, por lo que es necesario valorar los espacios en donde quieren aprender y hacer cosas por ellos mismos.

A partir de los dos años, los niños muestran mayor evidencia de la necesidad por ser independientes, por hacer cosas nuevas o bien buscar soluciones, y es importante motivar y aprovechar este tiempo para enseñarles y explicarles de manera sencilla algunas formas de hacer las cosas para que puedan llevarlo a la práctica tomando en cuenta que les tomará un poco de tiempo y será necesario aumentar la dosis de paciencia y tolerancia para que pueda lograrlo.

Por lo tanto, es vital que en esta edad los padres o encargados del niño procuren un ambiente de confianza, en donde no se le frene o impida el poder realizar actividades que favorecen su independencia ya que, en muchos casos, se sienten incapaces y este sentimiento los lleva a caer en un estado de comodidad y prefieren que alguien haga las cosas por él.

Se recomienda que los padres no jueguen un papel de control extremo, sino al contrario educar en un ambiente de serenidad, amor, confianza y positivismo, en donde el niño sea capaz de aprender disfrutando y que se sienta capaz de alcanzar las pequeñas metas o encargos que se le asignen y se motive a alcanzar más cosas por el mismo.