La importancia de la buena educación en la vida diaria

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Los padres de familia educan todo el tiempo y forman a sus hijos a través del ejemplo. Un tema de suma importancia, que define a una persona, es la buena educación. Por razones como la modernidad, las prisas, las influencias de otros países, padres muy jóvenes y cambios en las dinámicas de algunas familias, como la incorporación de las madres al mundo laboral, se ha dejado de lado y minimizado.

Esa buena educación está reflejada en un comportamiento cordial, refinado y agradable para sí mismo y para los demás, lo que ayuda a que la interacción con otros sea más fácil y humana y se evidencia en los buenos modales.

Es importante repasar brevemente el comportamiento básico que debe enseñarse en casa y que el colegio apoya, siendo algunos de estos elementos.

La buena educación comienza con acciones simples

Desde temprana edad, los niños aprenden a través del modelado de sus padres. Por eso, es fundamental enseñarles conductas básicas como:

  • Saludar: a personas que trabajan en casa o que se cruzan en el colegio, la tienda o el ascensor. Este pequeño gesto reconoce la dignidad de cada persona, sin importar su cargo, edad o condición.
  • Pedir por favor y decir gracias: aunque se trate de un servicio pagado, el uso de estas palabras transmite humildad y gratitud.
  • Reír con moderación: aunque la risa es sana, debe evitarse que se convierta en algo escandaloso o vulgar.
  • Cuidar el tono de voz: hablar con respeto demuestra autocontrol, algo que los niños imitan y aplican en sus relaciones futuras.
  • Comer con buenos modales: usar cubiertos, servilleta, no hablar con la boca llena, evitar excesos. Esto refleja autocontrol y respeto por los demás.
  • Lenguaje corporal adecuado: evitar bostezar sin cubrirse, posturas inapropiadas o gestos groseros.
  • Vestir con recato: usar ropa acorde al lugar, la edad y la ocasión, evitando mensajes que contradigan la buena presentación personal.
  • Evitar chistes de doble sentido o burlas: el humor debe ser sano, sin afectar a los demás.

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Educar para la vida

Transmitir estos hábitos de buena educación no solo mejora la convivencia, sino que fortalece la autoestima de los hijos y los prepara para integrarse a la sociedad con seguridad y respeto. Además, educar en valores fomenta la empatía, el autocontrol y la responsabilidad.

La buena educación también impacta en el entorno escolar y profesional. Un niño que saluda, que sabe esperar su turno, que escucha con atención y se expresa con cortesía, es más valorado por sus compañeros y maestros. Estos hábitos le abren puertas y generan confianza en sí mismo.

Los padres tienen un papel insustituible como modelos. Su ejemplo deja huella y marca el camino que los hijos seguirán, incluso cuando sean adultos. Lo correcto debe transmitirse de generación en generación, ejercitándose siempre, porque forma parte del legado familiar y espiritual que llevará a sus hijos al verdadero éxito: vivir con dignidad y buscar el bien.

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En definitiva, la buena educación no pasa de moda. Aunque los tiempos cambien, la necesidad de respeto, cortesía y valores permanece. Los hijos que crecen en un entorno donde estas cualidades son parte del día a día, serán adultos más íntegros, respetuosos y capaces de influir positivamente en su comunidad.

Por eso, fomentar la buena educación en casa no solo mejora el presente, sino que construye un futuro con personas que valoran el bien común. Es una tarea diaria, que requiere constancia y ejemplo, pero cuyos frutos son duraderos y valiosos.

 

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