Un a, b, c para hablar con él.
Muchos años, y gigas de contenido, han pasado, desde que en el lejano 1953 Hugh Hefner publicara el primer ejemplar de Playboy. Luego, llegarían las películas en VHS y finalmente los DVD´s, pero con el acceso masivo a la “red de redes”, todo cambió para siempre. Si eres padre o madre de un adolescente, y estás leyendo este artículo, no es necesario que me detenga a explicar que la pornografía puede ser un terrible dolor de cabeza, o que es nociva para chicos y grandes, y por qué hablar de ello con tus hijos es tan importante.
Pocas cosas son tan complejas y maravillosamente ricas, como la auténtica sexualidad humana: esa que, vivida en plenitud, engrandece al hombre y a la mujer y les capacita para entregarse generosamente, propiciando la felicidad mutua y la mutua realización. De esta sexualidad humana, sí que vale la pena hablar, sin miedo ni vergüenza, y con la frente muy en alto. Por eso, en el presente y brevísimo artículo presentamos un a, b, c de cómo hablar con tus hijos sobre la pornografía.
–Papá (después de mucho pensarlo y con las manos un poco temblorosas): Hijo, tenemos que hablar de sexo.
–Hijo (deja lo que hace a un lado): Sí papá, dime. ¿Qué quieres que te explique?
Apertura
Nunca es demasiado temprano para educar en la afectividad y la sexualidad, y nunca un padre se arrepentirá de haber hablado primero, de estos temas con sus hijos. Sin embargo, una condición indispensable para hacerlo eficazmente es saberlos escuchar: abrir desde su infancia canales de confianza y aprender a no plantear prejuicios en cuanto se disponen a contarnos algo personal. Que sepan que no estamos para juzgarlos, y que pueden contarnos sus cosas sin que lo primero, lo segundo y lo tercero que conseguirán sea una reprimenda o una “charla” de lo que está bien o mal hacer.
Buenas razones y buenos argumentos
La época del miedo ya pasó. Ante la curiosidad, los refuerzos negativos, amenazas y castigos, no ayudan a educar; por eso, es importante mostrar la belleza del bien, no solo la fealdad del mal. Si educamos con la verdad -y la verdad es que la sexualidad humana bien vivida dignifica a la persona y la capacita para ser feliz, y que la pornografía distorsiona y envilece esa visión- podremos presentar algo tan bello, valioso y apetecible, que es difícil no desear.
Comprensión y cariño
Finalmente, si queremos que nuestros hijos nos abran el corazón y compartan con nosotros y no con alguien menos indicado sus miedos, dudas, inquietudes y luchas, deben saber que cuentan con nosotros incondicionalmente. A un hijo se le ama por quien es, a pesar de sus posibles “metidas de pata”. Y con ese amor y un poco de sentido común, un padre siempre es el mejor educador para llegar al corazón de sus hijos.
Kenneth Lickes