»Porque últimamente, y no sé por qué —concluyó—, en casa somos todos como desconocidos. Nunca hablamos de nada. Se producen unos silencios insoportables.» Esta queja adolescente puede servirnos para examinar cómo es nuestra familia. Porque a veces la familia se convierte en un conjunto de gente solitaria, de personas que, como Alberto, viven en compañía, pero con un acompañamiento tan lejano que casi ahonda más la soledad. (Aguiló, interrogantes.net_Blog de Alfonso Aguiló, 2007)
¿Con cuánta valentía atendemos a estas “quejas”? Con ellos no hace falta valor, hace falta tiempo y compromiso. Habrá “silencios insoportables” y se complicará, más por el vínculo que nos une y porque no solo intentamos persuadir o empatizar, sino también porque los amamos. Nuestras intenciones se fundamentarán en la necesidad de formarlos como seres humanos íntegros. Habrá “implicaciones y sutilezas”, pero con el afán de ser certeros, debemos aprender a escucharlos sin criticar ni juzgar, aprender a mostrarles nuestro interés sin dar lecciones y enseñarles a comunicar sus sentimientos.
Aprender a escuchar sin criticar. Se trata de prestar atención, de comprender que es “su momento”, el canal puede estar abierto en ambas direcciones, pero antes de dar paso al consejo, si este es necesario, atendamos con los cinco sentidos. Esperemos el momento indicado para las sugerencias, las recomendaciones, las observaciones, incluso para las amonestaciones. En el seno familia, escuchar la verdad y hablar con la verdad, si no hay verdad, no hay bien.
Mostremos interés “todo el tiempo”, no solamente en ese momento de agobio. Procuremos el diálogo, incluso ante las circunstancias sencillas, las simples, en la simpleza de las cosas, en la pequeñez de las ocasiones está el mayor valor y el fruto multiplicador de atender la voz suplicante de nuestros hijos. No todos los momentos son para “sermones y lecciones”, aprovechemos al máximo aquel pequeño momento y aquel pequeño cometario para dar paso a instancias más serias. Con actitud de servicio, nos será más fácil.
Sea cual sea la edad, enseñarles a “comunicar sus sentimientos y sus emociones” es imprescindible. Las emociones son la reacción más próxima al estímulo y estas forjan el sentimiento puro, como tal. Démosles la oportunidad de mostrar con soltura su euforia, su afecto, su gratitud, incluso sus tristezas, de ello dependerá el amor, la felicidad final. Construyamos escenarios para que sean personas cabales.
Libremos el camino de obstáculos, abramos los espacios para hablar, seguramente, si ante sus ojos no hay “obstáculos” que les impidan llegar y “espacios” que les permitan entrar, libremente nos buscarán.
Estas y otras sugerencias son las que plantean a los padres de familia en las entrevistas con el asesor educativo en cada Colegio APDE; con el propósito que cada uno de nuestros estudiantes sean una mejor versión de ellos mismos cada día.